Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de GranadaCampus Cartuja S/N. Granada.
31 de enero, 1 de febrero y 2 de febrero del 2008.
“En el límite de fronteras: Retos sociales y diversidad cultural”
La obra de arte refleja la identidad de la actividad consciente y la inconsciente.W.F.J. SCHELLING
Nos han educado en particulares concepciones históricas. Una de ellas, en el modo de comprender la trayectoria histórica del pasado. En el caso de Latinoamérica se tienen dos perspectivas muy distintas según nos encontremos a uno o a otro lado del océano. Sin embargo, es evidente que ciertas formas culturales nos son comunes, además del idioma.
Es importante iniciar un proceso de restitución compartida de dicha cultura. Especialmente desde la educación artística las posibles revisiones siempre estuvieron más interesadas en las identidades locales que en destacar los lugares comunes.
Se trata de colaborar en escribir nuestra propia historia a partir del momento en el que nos encontramos. Recordemos que dos son los ejes sobre los que se asienta la interpretación oficial de nuestros asuntos: la adscripción a un período histórico y el supuesto conjunto de rasgos compartidos. Se pueden fijar, por convención, los límites temporales que se deseen. Pero para que sean útiles deberán reflejar la realidad, una identidad reconocible y aceptable por todos.
Estas jornadas pretenden establecer un foro de intercambio entre las dos orillas con el objetivo de describir el lugar común. Establecer un equilibrio entre límites como el que sucede entre inspiración y arte, libertad creadora y necesidad artística, donde habita la poética de la expresión. Lejos de decidir por una sola de las orillas, operar con la dialéctica fusión de los contrarios, en definitiva, rescatar, desde una perspectiva adaptada a nuestro tiempo, la síntesis de una nueva identidad latinoamericana compartida y asumida como la que existía en la ironía romántica cuando comprendió que el arte no se organiza únicamente por la conciencia y que a la actividad consciente ha de ligarse una fuerza inconsciente, y que de la afinidad y relación surge lo más eficaz, una educación artística en la que «el juego entero de la vida sea realmente tomado y representado también como juego».
Una poética del límite se propone explorar en las fisuras de la representación. Pero no como un juego ocioso, autorreferencial, sino como un modo de proyectar una mirada simbólica hacia el mundo, de profundizar en el. Abriendo las suturas de la representación, tratando de llegar más allá del límite, en claroscuro: el resplandor simbólico de la situación, su resonancia en nosotros, sus efectos. El profesor es un cultivador de grietas: su misión es fracturar la realidad aparente para captar lo que está más allá del simulacro.
El mundo de nuestro tiempo está agitado por los vientos que anuncian una nueva revolución de profundo contenido humano. Se está engendrando en la substancia de los viejos y permanentes ideales de igualdad, libertad, democracia, bienestar y dignidad del humano. Es la renovación social del siglo XXI, cargada de impulsos enaltecedores del espíritu humano. Prepara su marcha una gran transformación social. En diversas formas tomará los caminos locales; pero estará inmersa en el torrente histórico que apunta hacia los grandes ideales humanistas transnacionales.
En algunos lugares no provocará conflictos si sus fuerzas sociales están bien organizadas. En otros, será muy fructífera porque se apoyará en el desarrollo de la revolución científica, tecnológica y cultural. De nosotros mismos depende que no sea traumática ni generen mayores diferencias sociales. Esos aires renovarán los viejos ideales orientados a crear y desarrollar una sociedad democrática, igualitaria, donde se respete la libertad y la dignidad de la persona y se garanticen los derechos sociales y nacionales. Como Benito Juárez afirmó “la democracia es el destino de la humanidad y la libertad su indestructible arma”. Su participación en la vida democrática supone capacidad para pensar, libertad para elaborar juicios y para expresarlos.
La pluralidad también despierta el temor a perder la identidad y estimula el redescubrimiento o la invención de tradiciones autóctonas en que apoyar y con las que legitimar el sentimiento de diferencia de cada cultura. Ahora bien, todas las sociedades tienen diferencias culturales propias, no sólo por lo que hace a la etnia, sino también a los sexos, las edades, las creencias religiosas, las tradiciones de los grupos profesionales y sociales, por citar sólo algunos aspectos. La asunción de estos distintos fenómenos ha pasado a ser no sólo un imperativo ético, sino además una cuestión profundamente útil, además de una obligación histórica.
La obra pura implica la desaparición del poeta en la expresión, que cede la iniciativa a las palabras.
Juan Carlos Arañó Gisbert
Catedrático de Pedagogía de las Artes Visuales
Universidad de Sevilla
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